7. Querer a la tierra


Había una vez un país hijo del agua y del fuego, que se asentaba justo encima del corazón de la tierra, allí cada día nacía la luz que iluminaba el ancho cielo.

Sus habitantes eran silenciosos, hablaban por susurros, el tiempo no importaba y cada cosa era hecha con el tiempo que fuese necesario. Existían árboles diminutos de sinuosas curvas y en silencio uno podía pasear por jardines en los que cada vista enamoraba los sentidos.

Las estrellitas del cielo alimentaban a sus habitantes que con sumo refinamiento acercaban en grupos de constelaciones hacia su boca pequeños bocados de cielo y mar. Bebían la cálida esencia de las flores.

Bailaban con la energía y disfrutaban con la serenidad profunda. Plasmaban sus más profundos sentimientos con precisas pinceladas de tinta negra.

Un día la tierra despertó de su sueño y vio que sus hijos no la querían. Su corazón se resintió profundamente y lloró desconsolada.

Se han perdido muchas cosas pero aun algo nos queda.

1 comentario:

  1. A delicadeza ca que tratas a grandeza do problema no texto é admirable!

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